Voces del sur salvaje

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Las melodías de los esclavos norteamericanos, inspiradas en textos bíblicos y entonadas a capella a partir de la base del call and response -el llamado del solista y la respuesta del coro-, son el pie de apoyo esencial de las expresiones musicales populares, sacras y profanas. Sea quizá esta la primera forma musical, abierta y participativa, que promueve un contrapunto musical entre los solistas, el coro y la audiencia. El llanto del meridión arropado entre voces que hablan en voluntad de las cuitas de una raza, de la que vio comercializar como a objetos a casi nueve millones de sus hijos en América del Norte, durante el lapso comprendido de 1619 a 1865. Eso. Sobre la armonizada polifonía del Morgan State University Chorus sobrevuelan los fantasmas incorpóreos en el plano físico, más presentes en la evocación del negro estadounidense, del chasquido del látigo en las plantaciones algodoneras; las fugas por sabanas, estuarios, bosques, montañas; los niños arrancados a sus madres para ir a servir en la casa del amo; los matrimonios no consumados por capricho del dueño; el derecho de pernada y el rancho desabrido y pobre, casi nulo a efectos de enfrentar la dura jornada del día siguiente. Y luego, las batallas confederadas, las luchas por los derechos civiles y el mantenimiento del racismo como política de fe en ese sur salvaje por geografía y pensamiento, donde todavía en el mismísimo 2016 una de sus escuelas segrega a los niños negros (The Guardian lo acaba de denunciar) y a una de cuyas ciudades un fenómeno tan alevoso como el Katrina afrentase en el corazón de la negritud.

Si bien, por supuesto, no toda la propuesta sonora del colectivo coral estadounidense se limita a esa parcela, sí encuentra el equipo en la inmensidad cultural, religiosa e histórica de los spirituals y el posterior gospel parte de la almendra de su entrega artística. En esa amalgama se amoldarían, cada uno con sus moldes expresivos diferentes, pero con vasos comunicantes todos, el blues, el jazz, el ragtime, el soul; o sea, el discurso sincopado de manifestación del exorcismo de la tristeza y del sentimiento general de una raza tan preterida como gigante en sus actitudes musicales. Tanto así que prácticamente casi todo el panteón sonoro norteamericano le debe de alguna manera a dicha ascendencia. El Morgan State University Chorus, presentado en el teatro Tomás Terry, eleva a la categoría de arte aquellas primigenias muestras de resistencia y a la vez gritos de esperanza denominados calls (suerte de llamadas desconsoladas producidas en el trabajo, como única salida al sufrimiento) y las meeting calls (reuniones religiosas donde apelaban a las rítmicas-bases africanas en las interpretaciones) en una idea luego transformada en expresión artística, de hondas resonancias en el pasado cultural de los Estados Unidos, pues justo hace 145 años fue formado la primera de las agrupaciones de este perfil melódico (el de la Fisk School).

Las interpretaciones del coro norteamericano (en concierto con la participación especial del Coro Cantores de Cienfuegos, dirigido por Honey Moreira, el cual ha actuado con las agrupaciones estadounidenses de este tipo que acudieron a la plaza escénica) se distinguieron por recordar lo anterior. Pero sobre todo en virtud de su armonía y empaste, así como por la intensidad de la ejecución.

La coral universitaria bajo la dirección de Eric Conway, entre las más prestigiosas de su país (con actuaciones y grabaciones junto a instituciones musicales de primer nivel allí y con recitales en plazas como el Carnegie Hall u otras de excelencia a lo largo del planeta) resaltó en su intervención local, además, por la belleza de su música y el poder de sus voces.

Aprovechan con pragmatismo e inteligencia el extraordinario reservorio sonoro de su país y se abren al público del mundo en consonancia con las particularidades musicales de las naciones donde viajan. Desgranan destreza y limpieza en la escena. Absorben la atención entre ritmos que ora pueden remitir a un pasado doloroso, ora pueden destemplarse en estallidos contagiosos que exudan joie de vivre, entusiasmo, fe. Es la maravilla de la buena música.  A agradecer que el Centro Nacional de Música de Conciertos y el Instituto de la Música (coauspiciantes de la gira promovida por Classical Movements) continúen teniendo en cuenta a nuestro teatro Tomás Terry para la presentación de corales estadounidenses en Cuba.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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