Editorial: La Posición de Cuba
Tal como se esperaba a las pocas horas del retiro de las postas cubanas cientos de elementos constituidos por delincuentes, lumpen, antisociales, vagos y parásitos en su inmensa mayoría se dieron sita en el patio de la embajada de Perú. Al cabo de las 48 horas eran más de tres mil, procedentes fundamentalmente de la Ciudad de La Habana y las provincias occidentales del país. Algunos de estos elementos infortunadamente llevaron también familiares e incluso niños.
A juzgar por las vestimentas, los modales y el lenguaje, pocas veces se había reunido tan “selecto” grupo en algún lugar.
Ninguno de ellos era perseguido político ni estaba necesitado del sacrosanto derecho de asilo.
Ellos sin embargo tuvieron como siempre la confianza de que el Gobierno Revolucionario hablaba en serio y que esta era tal vez la oportunidad de emigrar hacia otros sitios más propicios. Como lo hizo siempre, Cuba les abría gustosamente las puertas igual que antaño con toda la canalla que se oponía al Socialismo y a la Revolución, a través de los ilimitados permisos legales para salir del país y después de la Crisis de Octubre, cuando los yanquis cerraron sus puertas, por Camarioca y los famosos “vuelos de la Libertad”.
Por último con la autorización para salir del país a todos los ex reclusos contrarrevolucionarios con sus familiares.
Como dijo Fidel en la clausura del último Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas, la histórica empresa de hacer una revolución y construir el socialismo es absolutamente voluntaria y libre. Aunque en nuestro país no se persigue ni hostiga a los homosexuales, entre los que se alojaron en el patio de la embajada peruana había no pocos de ellos, amén de aficionados al juego y a las drogas que no encuentran aquí fácil oportunidad para sus vicios.
La exigencia, la disciplina y el rigor están reñidos con la blandenguería, la delincuencia, la vagancia y el parasitismo. Nuestro pueblo trabajador piensa unánimemente:
“!Que se vayan los vagos! ¡Que se vayan los antisociales! ¡Que se vayan los lumpes!
¡Que se vayan los delincuentes! ¡Que se vaya la escoria!
No se levanta un hombre de madrugada ni se trabaja intensamente durante muchas horas en el surco, en el taller, en los centros de producción y servicios para servir y alimentar parásitos. No se cumple una digna y heroica misión internacionalista; no se derramó nuestra sangre en Cuba y otros rincones del mundo para defender, honrar y prestigiar con nuestra bandera ese tipo de “cubanos”.
Sin embargo no se trata en este caso de una batalla contra la delincuencia y el lumpen.
Se trata de una batalla por la dignidad y la soberanía del país y esencialmente en defensa de la seguridad y la inmunidad diplomáticas.
La dignidad y la soberanía, porque a nadie le está permitido en este mundo violar nuestras leyes soberanas y chantajear a nuestro país. Tolerar que delincuentes comunes penetren por la fuerza en una sede diplomática ocasionando daños materiales y poniendo en peligro la vida de los custodios para luego ser recibidos como héroes por las
mismas embajadas por las que arriesgaron la vida esos custodios, y proteger tales elementos en el nombre del derecho de asilo, institución ideada y consagrada para salvar de la persecución y la muerte a los luchadores por la libertad de nuestros sufridos
y explotados pueblos, es un ultraje a nuestro pueblo, y un ultraje además a la gloria y al honor de los héroes de nuestra América. Es como situar un Al Capone al nivel de Bolívar, Juárez y Martí. La institución de asilo diplomático fue creada para fines más nobles, que
Cuba comparte, aunque ya hoy por regla general los revolucionarios raras veces se asilan.
Una batalla en defensa de la seguridad e inmunidad diplomáticas porque alojar y asilar delincuentes que penetran por la fuerza en una embajada es estimular el terrorismo contra la seguridad e inmunidad de todas las embajadas. A partir de los hechos ocurridos en las embajadas de Venezuela y de Perú, elementos gangsteriles comenzaron a elaborar planes para penetrar por la fuerza y ocupar la oficina de intereses de Estados Unidos.
La inmunidad diplomática atraviesa en estos instantes por una grave crisis mundial.
Cuba, como país revolucionario está en el deber de combatir enérgicamente cualquier situación que amenace con introducir en nuestro territorio prácticas que la tiranía política, la explotación y la injusticia social en sociedades de clases explotadoras y clases explotadas y los regímenes neocolonialistas, oligarcas y burgueses han engendrado en otras partes y que en ocasiones han sido armas incluso de los revolucionarios. No queremos y no necesitamos embajadas tomadas ni embajadores secuestrados. Ni estamos dispuestos si desgraciadamente ello ocurriera a someternos a ninguna exigencia. Por eso adoptamos rigurosamente las adecuadas medidas de protección. Por eso custodiamos las embajadas. Por eso dio su joven vida el soldado Pedro Ortiz Cabrera, muerto el primero de abril mientras cumplía su abnegado deber en la embajada de Perú. La Habana es sin duda una de las capitales del mundo con más seguridad para los diplomáticos. Al imperialismo le gustaría cambiar esa imagen y no estamos dispuestos a tolerarlo.
Al retirarse los custodios cubanos, la representación de Perú dio prueba de su incapacidad para controlar la situación en su propia sede. Ahí se han demostrado plenamente los amargos frutos de la política de proteger delincuentes comunes.
El Embajador Edgardo de Habish, hombre honorable y serio, hasta fecha reciente representante de Perú en Cuba, trató de evitar esto. A raíz de la entrada por la fuerza de un grupo de antisociales en su sede diplomática los invitó a regresar a sus casas, y efectivamente regresaron. El Gobierno de Cuba le había dado previas y seguras garantías de que no se les molestaría para nada. Esta actitud le costó el cargo de Embajador, después de 33 años en el servicio diplomático. La Chancillería peruana ordenó que los delincuentes fuesen llevados de nuevo a la Embajada. Aquello polvos trajeron estos lodos, y junto al lodo la sangre generosa y limpia del soldado cubano Ortiz Cabrera.
¿Por qué esa política absurda de conceder visa a los que penetran por la fuerza, sin justificación alguna y no a los que van pacíficamente a solicitarla?
El sábado en horas de la tarde el Gobierno de Cuba reiteró su posición ante todas las representaciones diplomáticas acreditados en nuestro país:
1° Cuba no se opone a que todos los que lo deseen puedan viajar legalmente a
Venezuela y Perú siempre que obtengan la autorización de dichos países.
2° Tampoco se opone a que puedan hacerlo a cualquier otro país con la autorización del gobierno correspondiente.
3° No se permitirá la salida de los que penetraron por la fuerza en las embajadas.
4° A los que penetraron en la Embajada del Perú después de la retirada de los custodios cubanos no se les considera autores de un acto de fuerza y por tanto son absolutamente libres de regresar a sus casas, salir y entrar en la embajada cuantas veces lo deseen.
Las autoridades cubanas no adoptarán medida alguna en su contra. También pueden viajar a Perú o cualquier país que les conceda visa. Es asunto de ellos y del país que quiera recibirlos.
Por supuesto siempre que haya menores involucrados será imprescindible la autorización de ambos padres.
Ayer domingo por la mañana las autoridades cubanas establecieron controles provisionales en los alrededores de la Embajada peruana para impedir el excesivo hacinamiento en el pato de la misma. Las condiciones de estancia allí no eran ya realmente muy agradables.
Ante a incapacidad de los representantes peruanos para atender y suministrar alimentos al personal allí acumulado el Gobierno Cubano decidió:
Instalar en las proximidades un puesto de la Cruz Roja Cubana con todo el personal requerido para prestar servicios médicos. Muy próximo también hay un policlínico listo para el mismo fin.
Crear en los alrededores de la embajada medios de higiene para las necesidades esenciales y adoptar las medidas epidemiológicas pertinentes.
Suministrar agua potable.
Suministrar alimentos.
Garantizar la leche a los niños.
Autorizar a todos los que soliciten permiso para ir a sus casas, incluso dormir en ellas y regresar cuando lo estimen oportuno garantizándoles la autorización para viajar al exterior a través de la embajada peruana tan pronto obtengan el consentimiento del país receptor.
Al cierre de esta edición mil setecientos treinta de ellos habían solicitado y recibido autorización para visitar sus domicilios. ¡Muy grande es la confianza en la palabra de la Revolución!
Como puede apreciarse es imposible brindar más facilidades ni más libertad de emigración.
Se ha respetado escrupulosamente la inmunidad diplomática.
Ahora queda por ver que hace el Gobierno de Perú con sus ilustres huéspedes.
Si el Gobierno de Perú desea recibir en su país a todos los elementos antisociales y lumpens de Cuba, gustosamente los autorizaremos a salir y también a todos los que estén ideológicamente en desacuerdo con la Revolución y el socialismo. Cada vez más las fronteras entre el delincuente común y el contrarrevolucionario se confunden.
Si se desean mantener relaciones serias, sinceras y respetuosas con Cuba, también estamos dispuestos.
No es que nos neguemos a recibir protección: lo que no estamos dispuestos es a sacrificar la vida de nuestros soldados para defender la inmunidad de delincuentes comunes.
Respetamos el derecho de Perú, Venezuela y cualquier otro país a ofrecer asilo a quien estime pertinente y calificar quien debe o no recibirlo. Pero para eso no hay que pasar sobre la sangre de soldados cubanos. Si se dan circunstancias especiales con determinados gobiernos con los que puedan surgir estos problemas, porque no desean o no pueden por razones de presiones internas devolver un delincuente común, nosotros estamos dispuestos a brindar todas las facilidades para que sea personal de su seguridad de sus sedes diplomáticas y que nuestras fuerzas de seguridad se limiten a prestarles ayuda cuando la soliciten.
Por Perú hicimos nosotros cien mil donaciones de sangre cuando el terremoto de 1970, pero no estamos dispuestos a ofrendar impunemente la sangre de un solo soldado para proteger infames delincuentes.
Esta es la posición de Cuba.